Los valientes son aquellos que no temen trabajar bajo condiciones extremas, de hecho, es todo lo contrario, se gozan entre las fieras y las lanzas.
Son personas que logran grandes resultados en las peores condiciones, no se quejan, no esperan las circunstancias perfectas, sino las provocan, no creen en la ley de la atracción, pero sí creen en la ley de la provocación.
Queridos, seamos de este tipo de personas que tienen la reputación de cumplir misiones imposibles, sueños aterradores, de esos que hacen la diferencia entre la derrota y la victoria.
De esas personas que no soportan una postura derrotista y que ninguna carencia detiene sus intenciones y muchísimo menos su empuje.
Cuando tomas la decisión de vivir para entrenarte es porque en realidad sueñas con enfilarte en las líneas del ejército eterno, y ahí, ahí aprendes a soportar las dudas, las incertidumbres, los juicios y las traiciones.
Por fin aprendes a caminar en el fuego cruzado sin que te tiemblen las piernas, modificas toda tu mente para estar dispuesto a tolerar altas temperaturas y presiones.
Te encaminas a derribar las fortalezas del enemigo, los muros de la opresión y por fin, las cadenas de una adicción no te detienen, nada detiene tu vida.
Tu vida comienza a marchar a pasos agigantados porque lo haces con autoridad, y a tu paso, comienzas a destruir, a deshabilitar toda la obra de la tiniebla porque en tu cuadrilla, en tu quipo, no se conoce el “No puedo”.
Estos son los valientes, los que saben que la unción y la gracia los hace estar dispuestos en todo momento decir: “Sí, Señor. Cuenta conmigo”.
Estos valientes usan la destreza, usan su habilidad para todo aquello que había sido planeado para durar largas horas, ellos hacen que dure poco tiempo.
Porque saben elevar su productividad por su esmero de terminarlo pronto y bien hecho, no se quejan porque hacen solos el trabajo.
No queridos, ellos son constantes y permanecen hasta cumplir con toda su labor, no les interesa si sus compañeros de trabajo o familia hacen o no hacen las cosas.
Porque los valientes cumplen con los compromisos, porque saben que el activo más preciado de un ser humano es su palabra.
Los valientes no ponen pretextos, vencen el cansancio, la pereza y la desidia, y nunca, pero nunca, presentan excusas.
En sí, son grandes mayordomos, son diligentes hasta la sepultura.
El valiente también vela por el alimento espiritual, por el de él y el de sus hermanos.
Un valiente si ve un hermano débil, antes de juzgarlo o criticarlo, ora por él se para en la brecha a interceder a favor para que el Padre lo levante.
El valiente siempre está atento de que no falte nada en la nevera y en el corazón de los suyos, el valiente une a su familia cuando todo es traición.
El valiente reconoce la autoridad divina y se somete a ella, se somete a ella para ser capacitado de forma profunda y efectiva, con el valiente siempre se puede contar.
Los valientes saben que su destino es una decisión, no se lo dejan al misterio y muchísimo menos, a la intuición.
Se adelantan porque son audaces, aprovechan una oportunidad tras otra, vengan como vengan disfrazadas estas oportunidades.
Sí queridos, los valientes reconocen a otros valientes y se juntan con ellos, y conquistan sueños juntos.
A los valientes los reconocerán fácilmente porque llevan un traje manchado, rasgado, una boca sin dientes, pero van sonriendo; no hay valientes con trajes impolutos.
Los valientes conocen la dura disciplina de las cuevas, no se acostumbran a las comodidades ni a la holgura.
¿Sabes por qué? porque saben que la muerte, la muerte cada día está más cerca.
Pero ojo, no se desalientan ante ella, la esperan y no le temen ya que saben que portan el cayado y la vara eterna que les infunde aliento ante cualquier valle de muerte.
¡Ajá! los valientes, los valientes viven intensamente.
Intensamente porque son conscientes de que existe la posibilidad de que no vean una vez más la puesta del sol, y por eso actúan con energía, con pasión, están llenos de vigor, sus sueños son del tamaño de Dios.
El valiente no negocia con la duda, el valiente ha entrenado para esto y más.
Los valientes son todo terreno, les gustan los caminos empedrados y los caminos menos transitados; ellos, ellas, no escapan de esta sensación de ahogo porque no ven el dolor como un problema sino como una oportunidad para cabalgar salvajemente.
Estos tipos toman la angustia y le ponen la bota en el cuello al dolor.
Los valientes no miran los finitos sino lo eterno porque quieren un puesto en la guardia militar del cielo, son cabezas de águila y león.
Querido, querida mía, llegará el momento cuando el pensamiento de terror viaje por todo tu cuerpo y llegue directo al cerebro como un auto que se estrella a cientos y cientos de kilómetros por hora; ahí, tu mente dictará un mensaje urgente, te dirá: “¡Paralízate o huye!”.
La vista comenzará a fallarte, la respiración se va agitar y por ráfagas de adrenalina el cortisol se va a desbordar, va a envenenar tu mielina, vas a estar a punto de un ataque de pánico y la dopamina se descargará, pero no te va a alcanzar la serotonina.
El cuerpo entero quiere apagarse, la garganta se seca, tus ojos se agitan y las pupilas se dilatan, y llega la decisión que determinará todo tu destino.
Ha llegado el momento de decidir si usar o no usar tu valor, de ser o no ser valiente.
Pero si decides serlo, escucharas un grito de guerra ensordecedor que hará eco en la eternidad y en la historia de miles y miles de personas.
Obtendrás una presencia física y espiritual que al verte se les helará la sangre, provocarás más silencios que sonrisas, sabrán que lo tuyo no es un juego de carritos.
Por tus heridas se filtrará la luz que hay dentro de ti y te preguntarás: ¿Cómo ser valiente?
Tú muy bien sabes cómo querido, lo ha sido miles de veces.
Lo fuiste cuando partió tu padre, cuando te robaron, cuando te engañaron, cuando te violaron, cuando te quedaste sola, cuando te dieron el diagnóstico en el médico, cuando te defendiste delante de un tipo que amenazaba tu vida.
Cuando pusiste el pecho por tu abuela, cuando saliste la madrugada a laborar por tus pichones.
Has sido y serás siempre un valiente, pero es su decisión encender el interruptor.
No te canses de ser valiente porque ellos mueren siéndolo.
Si hay amor, si hay deseo, si hay pasión y entrega siempre encontrarás la forma de ser valiente.
Ser valiente no es un eslogan, mucho menos una palabra simple.
Ser valiente es una meta diaria y superior, es una forma de vida, es una visión divina; ya que al final sólo habrá dos palabras con las que seremos medidos.
Presta atención, estas palabras son: “¡Bien hecho!”, no existe la opción de “bien pensado”, de “bien intentado”, de “bien soñado”, de “bien deseado”.
Sólo existe la opción de al final recibir el: “¡Bien hecho siervo fiel!”.
Se valiente o espera ser devorado.
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